Del Leopard 2 al Leopardo-2E español: evolución y características del abrumador tanque que Ucrania pide a Europa
Nuestro país es uno de los que más unidades tiene de este carro de combate en su parque de vehículos
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Se marchan las navidades, pero Ucrania anhela todavía que Europa le deje material militar bajo el árbol para continuar sus ofensivas contra las fuerzas rusas. La escalada ha sido vertiginosa. Si en principio Kiev solicitaba armamento antitanque o voluntarios internacionales, ahora ha pedido a doce países –entre ellos, España– la entrega de carros de combate Leopard, la punta de lanza y a la vez la columna vertebral de las divisiones acorazadas del viejo continente. No parece que el vehículo, equivalente en prestaciones al M1 Abrams norteamericano, y entre los más modernos de la actualidad, llegue a saborear la guerra. Y es que Alemania, la nación con la voz cantante por haberlo diseñado, se muestra reticente todavía a dejarlo escapar.
Así es el tanque Leopard español
Los ojos recaen ahora sobre una España que, aunque depende del vecino teutón para enviar sus Leopardo-2E –la versión 'made in Spain' del carro de combate–, cuenta con una de las flotas más grandes de Europa. En la actualidad, nuestras fuerzas armadas operan la friolera de 347 unidades de dos tipos: la más castiza y la 2A4. Aunque de todas ellas, alrededor de un centenar no se hallan en condiciones de combatir. La realidad, con todo, es que el número y las características de este tanque hacen que sea uno de los más fiables y letales sobre el campo de batalla. Ya lo decía ABC en los años noventa, cuando salieron los primeros de las fábricas:
«Junto con el M1 Abrams, representa la punta de lanza de las unidades acorazadas occidentales. Tiene una excepcional movilidad en el campo de batalla, elevada autonomía y gran potencia de fuego».
Hoy siguen igual. Ideado por la empresa 'Krauss Maffei Wegmann', el Leopard 2 más básico pesa 55 toneladas; puede adquirir una velocidad máxima de 68 kilómetros por hora en carretera; cuenta con unos 500 kilómetros de autonomía y es operado por cuatro tripulantes. Montan además un cañón Rheinmetall de 120 milímetros y dos ametralladoras de calibre 7,62 milímetros. En todo esto, en esencia, es similar al M1 Abrams, su gran competidor fuera de Europa. Los sistemas de blindaje merecen ser citados en profundidad, pero basta señalar que su grosor máximo es de 800 mm. Casi nada. Su versión más moderna es la A7, puntera a nivel tecnológico y entre las más pesadas del mercado.
Aunque el M1 Abrams ha tragado más polvo, lo cierto es que el Leopard no se queda atrás. La versión 2 se utilizó, según afirman los autores del ensayo conjunto 'Tecnología militar', en Kosovo con el ejército alemán; en Afganistán con las contribuciones de holandeses, daneses y canadienses a la Fuerza Internacional de Asistencia de Seguridad y en Siria con las fuerzas armadas turcas contra el ISIS. Dónde más han sufrido ha sido, precisamente, en la lucha contra el fundamentalismo. A finales de 2016, el Daesh había capturado o destruido una decena. Con todo, las diferentes versiones han demostrado su valía en misiones de protección y seguridad al lado de los teutones.
Dura elección de tanques
Pero... ¿Cómo es la versión hispana y qué diferencias atesora? Su origen se remonta a 1989, cuando España empezó la búsqueda de un vehículo pesado en los países vecinos. Y lo hizo con varios objetivos. El primero, jubilar su desfasado parque acorazado; el segundo, unificar los modelos de las tres Armas. Así lo explicó el jefe del Estado Mayor del Ejército, Alfonso Pardo de Santayana, en las páginas de ABC: «España precisa de un Ejército de Tierra equilibrado y homogéneo disuasorio por su calidad, por su alta disponibilidad y por su capacidad de proyección». Aunque ya por entonces se deseaba el Leopard germano, nuestro país tuvo que aceptar la llegada de 160 M-60 A1, 260 M-60 A3 y un centenar de transportes TOA. Todos ellos, blindados de una generación anterior, pero que sirvieron para paliar los problemas iniciales.
Aquello fue un parche efímero que terminó de desprenderse de la ropa poco después, allá por 1995. En plena efervescencia europea, Alemania ofreció a España la cesión –en principio, bajo la fórmula de alquiler– de 108 carros de combate Leopard para complementar sus fuerzas acorazadas. ABC explicó por entonces que llegarían en dos tandas –la primera de ellas, de 54– y que estarían asignados al Euroejército: «Equiparán dos batallones de los cinco que tendrá esa división y la cesión conllevará compensaciones españolas como facilitar a las Fuerzas Armadas alemanas la posibilidad de ejercitarse en campos de maniobras de nuestro país». Cosas de los pactos internacionales.

A la par, nuestro país llegó a un acuerdo con el vecino teutón para fabricar una versión española del Leopard, el Leopardo, en la península a partir de 1998. «España firmarán hoy en la localidad holandesa de Noordwijk una carta de intenciones para la cooperación industrial en el campo de Defensa», informaba ABC. Desde el principio se barruntó una cofabricación que correría a cargo de Santa Bárbara Sistemas, aunque su fusión con General Dynamics poco después provocó una infinidad de retrasos. El proyecto fue la segunda pata del Programa Coraza, en el que se incluía el vehículo de combate de infantería Pizarro. Su objetivo: equiparar las Fuerzas Acorazadas patrias a sus equivalentes europeas.
En 1999, ABC hizo pública la noticia: «Leopardo-2E, nuevo caballo de batalla del Ejército de Tierra». Al fin, el felino había sido aceptado. La aprobación oficial para comenzar su fabricación había llegado de la mano del Consejo de Ministros en diciembre de 1998. Se construirían carros de combate por un valor de 317.000 millones de las antiguas pesetas: 235 vehículos. «De los 219 de línea, 207 irán destinados a la fuerza de maniobra y 12 se dedicarán a la enseñanza táctica y operativa en el futuro centro común de instrucción y adiestramiento que se construirá junto al campo de tiro aragonés de San Gregorio», explicaba la pluma de Miguel Portilla.
Con todo, la entrega de las primeras unidades se dilató hasta 2004, cuando salieron de la factoría de SBB, en Alcalá de Guadaira, los siete primeros. La ceremonia de entrega fue presidida por el monarca entre loas y vítores.
Leopardo, un tanque portento
Era (y todavía es) un portento de potencia abrumadora. Según publicó ABC, aquella primera versión montaba un cañón de ánima lisa de 120 milímetros –un calibre similar al del M1 Abrams de la época– con munición para 42 salvas. Además, tenía la capacidad de disparar en movimiento a una velocidad de 20 kilómetros por hora gracias al apoyo de un sistema de dirección de tiro con un computador balístico digital. «Una vez que el tirador toma un objetivo, lo tiene enfocado permanentemente aunque el conductor gire o el carro salve las pequeñas irregularidades del terreno», desvelaba el diario. En este sentido, era también equiparable a su hermano mayor norteamericano. Nada que envidiar a los de las barras y las estrellas.
El Leopardo-2E podía usar también los tres tipos clásicos de munición. La más rudimentaria era la antipersonal de alto explosivo. «Es el proyectil básico del Leopardo 2. La vaina está hecha de material semicombustible que se quema en el disparo, lo que ahorra espacio», desvelaba ABC. La segunda, antitanque de alto explosivo, era la habitual para acabar con los carros de combate enemigos: «La munición HEAT lanza un proyectil a una distancia crítica del blanco penetrando el blindaje». La última era la antitanque de alta velocidad. «El dardo interior se separa de su envoltura e impacta a gran distancia en el carro enemigo atravesando su coraza», completaba el diario.

A nivel defensivo era igual de puntero. Para empezar, su silueta era «menor a la de los carros tradicionales al ser más baja», lo que lo convertía en un objetivo más pequeño. Vayan por delante los datos. El carro de combate español sumaba 3 metros de altura; a cambio, su predecesor más directo, el M-60, tenía unos veinte centímetros más. «También disminuye en gran medida la firma térmica, es decir, el calor que desprende, algo fundamental para tratar de evitar la atracción de misiles enemigos».
Por último, ABC informaba de que iba a ser equipado con un blindaje reactivo compuesto de una serie de placas explosivas diseñadas para separarse del vehículo e interceptar el proyectil antes de su llegada. Hoy, sin embargo, no dispone de este tipo de protección. Con lo que sí contaba en origen el Leopard 2 era con el llamado blindaje reactivo multicapa. A saber: varias láminas blindadas superpuestas con un espacio entre sí que evitan que el cohete o el misil llegue al corazón del carro de combate.
MÁS INFORMACIÓN
La mayoría de las características eran equiparables a las del M1-Abrams, que no es poco. Además, superaba en varios campos al T-90A, el carro de combate ruso diseñado en los años noventa para suplir a los ya vetustos T-62 y T-72 todavía activos. Tan solo le fallaba la movilidad sobre el campo de batalla; normal, debido a su peso. En este campo, su antagonista del este le superaba al sumar cuarenta y seis toneladas y media. La clave, como se ha podido ver a lo largo de estos meses en Ucrania, es que Vladimir Putin todavía no cuenta con suficientes de ellos y tiene que valerse de sus predecesores. El gran oso, que ha pasado a osezno.
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